MI CABALLO  

            Mi caballo se llama Sebastián.  Tiene seis años y está viviendo con otros caballos en un rancho donde viven mis padres, en Linden, California.   Yo quiero hablar de mi caballo, es el único que tengo, le quiero mucho y me hace sentirme muy feliz.

Mi caballo, para mí simboliza libertad.  Cuando yo me monto en mi caballo me siento libre, es como si estuviera en otro mundo, en un mundo donde no existen los problemas, sólo la vida, el aire, los árboles y la tierra.

            A Sebebastián, mi caballo, le gusta mucho correr.  El es feliz si corre todos los días, y a mí me encanta correrlo porque sólo siento el viento.  A veces cierro los ojos y siento que voy volando.  Cuando Sebastián y yo vamos a esas velocidades tan rápidas confío plenamente en él y le suelto las riendas;  dejo que él corra por donde quiera.

            Quiero mucho a mi caballo y lo miro como una parte de mi vida.  Cuando él baja su cabeza es porque está triste y  suele hacer eso cuando se siente solo;  a veces se siente solo aunque haya más caballos a su alrededor, pero cuando me ve levanta la cabeza y me habla.  Sebastián me sigue por donde quiera que yo voy.  Tal vez es porque le rasco su panza, o por las galletas de alfalfa que le doy, o porque le soplo en la nariz, lo baño, lo peino, o tal ves es porque siente el carigno que le doy.  Por cualquiera que sea la razón, lo cierto es que él camina detrás de mí.

            Entre mi hermano y yo lo entrenamos.   Mi tío me enseñó a amansar a un caballo, es fácil  ero se necesita mucha paciencia.  Primero se le enseña la silla de montar y poco a poco se le pone arriba pero sin amarrarla, así sólo siente el peso de la silla.  Cuando se acostumbró al peso de la silla se la  fui amarrando, pero no muy fuerte, sólo para que la sintiera y asi caminaba con él para que se acostumbrara.  Un día se la apreté muy fuerte y a Sabastián no le gustó y comenzó a dar coces al aire.  Pronto se acostumbró y después de varios días la comence a poner peso arriba y poco a poco me fui montando en él.

            Mi caballo es muy obediente e incluso lo enseñé a bailar.  Cuando no estoy con mi caballo lo extraño mucho y una de las razones por las que voy a Linden, el pueblo donde viven mis padres, es por ver a Sebastián.  El tiempo que he pasado con mi caballo no lo cambiaría por nada del mundo;  otro caballo como el mío no lo hay, por eso yo quiero mucho a Sabastián.

 

Estudiante de Español 106 (Composición Avanzada en Español)

Prof. Santana- Howard

 

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M. Lagunas                            M. Santana-Howard